Julio Verne y su colosal bosque de hongos

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– ¡Mira, Axel, y asómbrate! Jamás botánico alguno ha asistido a una fiesta semejante.

En el libro Viaje al centro de la Tierra (1864), una de las novelas más fantásticas de Julio Verne, aparece nada menos que un bosque de setas gigantes de diez metros de altura. Axel, sobrino del profesor de geología Lidenbrock, nos cuenta -como narrador de la historia- la sorpresa y admiración que le causó tal descubrimiento. Alude incluso a los estudios de Pierre Bulliard, médico y micólogo francés del siglo XVIII, autor de la conocida obra Histoire des champignons de la France, donde se cita al gasteromiceto Calvatia gigantea como ejemplo de seta conocida de gran tamaño (hasta 80 cm y 30 kg).

Édouard Riou, ilustrador de muchas de las obras de Verne, realizará un popular grabado con este motivo para la portada de la edición original del libro. El dibujo será reproducido ampliamente en numerosas ediciones posteriores.

Las setas gigantes, los bosques de hongos que imaginara Verne, han pasado ya a la historia de la literatura a pesar de que, desgraciadamente, jamás micólogo alguno haya conseguido disfrutar de una fiesta semejante.

Pero en aquel momento, solicitó mi atención un inesperado espectáculo. A unos quinientos pasos, a la vuelta de un alto promontorio, se presentó ante nuestros ojos una selva elevada, frondosa y espesa, formada de árboles de medianas dimensiones que asemejaban perfectos parasoles, de bordes limpios y geométricos. Las corrientes atmosféricas no parecían ejercer efecto alguno sobre su follaje y, en medio de las ráfagas de aire, permanecían inmóviles, como un bosque de cedros petrificados. Aceleramos el paso. No acertaba a dar nombre a aquellas singulares especies. ¿No formaban parte de las 200.000 especies vegetales conocidas hasta entonces? ¿Sería preciso asignarles un lugar especial entre la flora de los ecosistemas lacustres? No. Cuando nos cobijamos debajo de su sombra, mi sorpresa se trocó en admiración. En efecto, me hallaba en presencia de especies conocidas en la superficie de la Tierra, pero parecían volcadas a partir de un molde de dimensiones enormes. Mi tío les aplicó en seguida su verdadero nombre.

– Esto no es otra cosa – me dijo- que un bosque notabilísimo de hongos.

Y no se engañaba, en efecto. Imagínese cuál sería el monstruoso desarrollo adquirido por aquellos seres vivos tan ávidos de calor y de humedad. Yo sabía que el Lycoperdon giganteum alcanzaba según Bulliard, ocho o nueve pies de circunferencia: pero aquellos eran hongos blancos de treinta a cuarenta pies de altura, con un sombrero de este mismo diámetro. Había millares de ellos, y, no pudiendo la luz atravesar su espesa contextura, reinaba debajo de sus cúpulas yuxtapuestas cual los redondos techos de una ciudad africana, la oscuridad más completa.

Verne, Julio (2017). Viaje al centro de la Tierra. Barcelona. Planeta.

El grabado corresponde a la ilustración original del dibujante francés Édouard Riou

Portadas de algunas de las ediciones de Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne

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